Las peores batallas son las que se libran contra uno mismo… esa guerra silenciosa que dura toda una vida, en la que no queda claro cuando has vencido o cuando has sido completamente derrotado, solo los no involucrados en tremendo conflicto, con el paso del tiempo, podrán declarar con falsa seguridad al ganador de cada combate. Mientras tanto, de cuando en cuando, seguimos soportando las vejaciones de un enemigo inexorable… De nuevo la tortura del silencio, justo en esos momentos en los que el ocio o el cansancio o la agonía emotiva nos rodean, se apodera lenta, rápidamente de los cuerpos íntegros, sin dejar nada, lo absorbe, lo destruye todo… el corazón, la risa, las lagrimas, las ganas… bloquea los sentidos, los cubre con una sabana gris marengo e intenta asfixiar siempre, con ese mutismo aborrecido, la voz, la palabra non nata que atraganta la garganta… la palabra, las palabras, las palabras inmortales, autenticas vencedoras en momentos lamentables… Hay maestros (JS) que dicen que cuando más se escribe es porque se folla menos, o que en los momento de pasión compartida, no se escribe se vive, ni lo uno ni lo otro, son sencillamente necesarias… Ay Neruda!!! Como les he echado en falta, ¡Las Palabras! con tus palabras: “… Qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos…”
Las peores batallas son las que se libran contra uno mismo… o contra alguna Buena Mujer. Van ya seis días y tres noches sin dormir… cuatro si contamos en la que por unas horas me quitaste el sueño y no me lo devolviste hasta que llego la mañana y me tenía ya que ir. Que curiosa es tu provocante carnura cuando bailas como bailas ¡¡Como bailas!! Producto de tus clases de baile de salón, te atreves a decir. ¿Te das cuenta que torturas a los hombres por la calle y en los bares? Ya va siendo hora que te enteres, no soy masoquista, pero eres un adictivo suplicio que puede convertirse fácilmente en un vicio, y a mí me gustan los vicios… Alguna noche con suerte, alguna noche cualquiera, nos encontraremos completamente solos, llenos de sentimientos y desnudos de prejuicios, e incluso en ese momento no sabremos que decirnos, incluso cuando el mundo esté llegando a su fin, estaremos maldiciendo a alguien, a todos, a nosotros mismos “No me han besado lo suficiente”, nos lamentaremos y giraremos la cabeza loca, desesperadamente, en busca de un cuerpo tibio al cual abrazarnos…
CC
http://www.youtube.com/watch?v=CUYXDsTZR7A
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