¿¡Recuerdas el día en que creamos
el mundo!? Era efímero y caliente, no había
nadie más que nosotros dos. Y no hubo nunca un cielo tan lleno de estrellas, todas
reflejadas en tus pupilas. La luna rosa y sedienta, como una lengua viva, no
quería ocultarse; hasta que un sol radiante salió de entre tu pelo, y un rio
profundo entre tus piernas dio vida a tantas flores; flores multicolores, sobre
las que reposamos extenuados, complacidos, dolidos en el paladar…
¿¡Recuerdas el día en que creamos
el mundo!? No recuerdo un mundo más sencillo, ni más perfecto; incuestionable
reminiscencia del paraíso. No hicieron falta siete días, ni ponerle nombre a
las cosas. Bendecimos los cuerpos, comulgamos nuestra esencia, quintaesencia
del amor. Como no había manzanas tuvimos que mordernos los labios; y el pecado
original no fue pecado, simplemente original. Fue origen y fin, el fin de
cualquier tiempo pasado…
CC
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