martes, 17 de agosto de 2010

Dos días después...


Has nacido mujer donde tenias que nacer, dos días después del día de ese tu lugar de nacimiento… has celebrado, señora, tu santo y el de san Bonifacio dos días después de parir a tu hija… has compartido con grandeza y con sencillez por muchos años tu onomástico con el de tu suegra (casualmente mi abuela)… y aunque en días presentes lo quieras negar, lo hiciste por amor a tu pareja… por amor aceptaste pasar ese día, tu día, a un segundo plano para que él pueda festejar a su madre; porque tú también eres madre por cuatro y entiendes las necesidades de los hijos… entiendes del milagroso vinculo que no culmina con el corte físico de un cordón umbilical, ese vinculo perenne que supera latitudes y meridianos… entiendes pedagoga que tu labor no ha culminado, aun tienes tanto que enseñar!!!… pero entiendes que es bueno también dejarnos andar y tropezar!!!… dos días después de un gran día también es un gran día para mí… en el que entiendes también, sin terminar de entender… que dos días después de cualquier día, siempre será tu día!!!
CC
¡Feliz 470 + 2 dias, AQP!... dos días después

lunes, 9 de agosto de 2010

Gran Vía de la Falacidad


El poeta, injustamente postergado, obsequia palabras al viento que mendigan oídos prestos al vuelo… atrevidas, protervas, avasallantes, inquietantes… que acceden sin peaje a través de los conductos auditivos de un ser Ausente que trastabilla suntuoso sus pasos por La Gran Vía… desde Plaza del Callao hasta Montera… rostro apacible e impávido, ojos pequeños con pupilas enormes… y las palabras persisten como un eco infinito: ¡hoy estoy lejos para siempre! ¡hoy estoy muerto para siempre!

Un par de tetas milagrosas logran desviar la mirada, le traen de vuelta al mundo vivo, y resucita al sortilegio de esas palabras: ¡Ya que estoy lejos para siempre!… y se confunde con la fauna variopinta de la calle centenaria… ojos que se cubren, tras un par de gafas oscuras, de los rayos de un sol sofocante de agosto… de agosto en Madrid; de acera caliente que le va llevando ¿¡quién sabe dónde!?, de acera que se va llenando de princesas, de guiris, yonquis y camellos... y si se lo propone y mira con mucho cuidado puede ver algún caficho a lo lejos, allí en la acera de en frente… ¿Qué he dicho? ¡Caficho! Aquí no te entiende ni Dios, no te entiende nadie… alcahuete, pimp, proxeneta, en fin: ¡el caficho de toda la vida!, que sin disimulo observa quien se acerca, quien pregunta, quien se va, quien acepta, quien paga, quien se queda…. Tu, Ausente, sin dejar de mirar sigues tu camino cuesta abajo que te lleva ¡¿Quién sabe dónde!? Hasta La Puerta del Sol, el reloj de La Puerta del Sol, y ahí mismito el kilómetro cero… porque todos los caminos no siempre conducen a Roma, porque hay caminos que nos traen a Madrid, ya lo dijo Joaquín…