Parece ser que no se extrañan aun
estas palabras en lo que va del año… Pero no importa; ni yo mismo me echo en
falta después de un lunes solitario, y el martes estoy harto ya de mí. Lo que sí
que importa, y mucho, es este mundo que habitamos por el que parece ser ni
siquiera nos inmutamos mientras se cae a pedazos… pueda parecer que exagero con
inútiles expresiones fatalistas, pero me avergüenza sobremanera nuestra forma
de actuar para con nosotros mismos. Absortos como hasta ahora, en un conformismo
individualista, no seremos capaces de erigirnos como una sociedad conjunta
contra el conjunto de las injusticias que nos someten, o a las que nos dejamos
someter. (¿?)
Reviso internet de forma pausada,
pero no exhaustiva, tratando de acertar en mi intromisión virtual. No caer en
el desanimo de las noticias diarias, que parecen repetirse día si, día también.
Zambullirme en la novedad musical, para despreciarla después; mal asumiendo quizás
que toda la buena música que se podía hacer ya está hecha… y ¡pum! Me tengo que
tragar mis palabras. Reviso también artículos interesantes, o no tanto, en
blogs amigos, en webs diversas o en recomendaciones puntuales… y así, tropiezo en
una entrada que leo con progresivo desanimo; la misma que argumenta que nuestra
postración ante la situación peninsular actual es un problema psicológico. Hace
referencia al bombardeo de imágenes y
noticias a las que estamos expuestos, y que al ser muchas, son estas las que no
nos permiten concentrarnos, las que no nos dejan reaccionar… ¡Mierda! (digo) No
puede ser esta la razón; me parece ridícula además de humillante, me suena a
excusa más que a causa. Puede que todo ello tenga algo que ver, pero no puede
ser la única razón por la cual seguimos como zombis aceptando resignados la
mierda que nos echan. No será quizás que el origen de esta parsimonia colectiva
esta en nosotros mismos, amén de la publicidad o el bombardeo informativo del
que somos objeto (!?) Acaso no nos hemos aborregado y dejado domesticar. Acaso
no nos hemos dejado comprar (!?) Nos han otorgado un empleo con un sueldito
mediocre que nos ha permitido ser propietarios de algún móvil, un coche o un piso, para así parecer “dueños”
de algo. Un dinero justo para pagarlo, no demasiado, no vaya ser que podamos
ahorrar; solo lo suficiente para pagar nuestros bienes adquiridos, los mismos
que son ya una preocupación e interés en nuestras vidas. Una vida programada para
levantarse día tras día a trabajar (mientras
otros se llenan los bolsillos a raudales con nuestro sudor), por un sueldo
justo para llevarte un pan a la boca y poder pagar esos tus bienes de los que
tan orgulloso te sientes. Y te sientes libre, dueño de tu mediocridad, de tu
conformidad individual que te aleja de un pensamiento comunitario tan
necesario. Cuando de pronto parpadeas y vuelves, como Míster Manila, a la realidad…
y en realidad no eres dueño ni de tu vida, ni de tu libertad, ni siquiera de
esos “bienes” que creíste eran tuyos.
Me muerdo la lengua antes de
admitir con resignación que cualquier tiempo pasado fue mejor; eso sería ser mezquino
(ruin) conmigo mismo, contigo… porque este es nuestro tiempo, nos pertenece el
presente, y no podemos estar tranquilos.
“Que no me lloren,
que luchen” JLS